Corrientemente, suele opinarse que la Alquimia es un arte mendaz, cuyo propósito es fabricar oro de manera artificial, y que en la Edad Media ha llevado a mucha gente crédula a la ruina. En primer lugar se nos plantea una cuestión y ésta consiste en saber cómo hay que considerar a la Alquimia desde el punto de la vista de la Ciencia Oculta.
Para ello, haremos caso omiso de aquellos comentarios y declaraciones, relacionados con la Alquimia, que aparecen en ciertas Enciclopedias de la actualidad, y nos referiremos únicamente a aquellos que consideran a los alquimistas como maestros en su ciencia.
Por ejemplo, tomemos la obra de Raimundo Lulio. ¿Qué encontramos en ella? Nada más que las reglas de este arte especial, considerado como la única preocupación de los alquimistas.
En efecto, en todo escrito serio, en el que se haga referencia a la filosofía hermética, encontraremos lo siguiente:
1. Una filosofía profunda que sirve de base a una síntesis natural, la cual tiene, como punto de partida, la teoría de la evolución expuesta hasta sus últimas consecuencias, y la teoría de la unidad de la sustancia y del plan. (Por ende, el axioma alquímico que dice: “Todo está en todo”).
2. Una criteriosa aplicación de los principios de la Cábala hebrea, vinculados con la tradición egipcia y gnóstica.
3. Numerosas prácticas de carácter físico, químico y biológico que apoyan esas teorías.
Por tales circunstancias, cuando lo único que se quiere ver en la Alquimia son prácticas de naturaleza química, lo que se hace es mutilar, de manera por demás indigna, una enseñanza completa en la cual su práctica llega a justificar su teoría científica.
Un alquimista de verdad era, pues, al mismo tiempo, médico, astrónomo y astrólogo, filósofo, cabalista y químico. Asimismo, los estudios eran muy serios y prolongados, y eran transmitidos, mediante iniciación, por el maestro a uno o dos discípulos dilectos, ocultándolos cuidadosamente a los profanos.
Autores: